lunes, 7 de septiembre de 2015

“Todo aquí es polvo” de Esther Seligson.

[…] Justamente por ello vuelvo y retorno.
Me costó una eternidad seguir el hilo, no porque fuera malo, al contrario, cada que retomaba el libro lo hacía con más ganas de profundizar en las historias, lo que pasa es que la autora nos presenta a cientos de personajes con sus propias historias, la forma en que los conoció y cómo tuvieron impacto en su vida (por mucho o poco que fuera), creo que en eso estoy de acuerdo con lo que me dijeron cuando llegó a mis manos, en eso nos parecemos, en el ir y venir, en aquel sin pies ni cabeza repentinamente, pero ojalá escribiera así…

Si bien llega un momento en que ya no se sabe ni de dónde salieron las palomas (porque hasta ellas cobran importancia), lo cierto es que la historia llena de vida a los personajes, los pinta sin necesidad de describirlos por completo, juega con ellos, nos muestra su sentir y su pensar, y en toda línea puede distinguirse cuánto y cómo es que los apreciaba, por cualquiera que fuera el motivo.

Iniciar una novela y al seguir su cauce, descubrirla una autobiografía debe resultar bastante importante, más aún que la comparta, que se comparta… Te dejo con uno de mis momentos favoritos, esperando que a la primera oportunidad te animes a leerla:


[…] No creo que uno se vaya para olvidarse de su pasado, o para dejar de ser ese símismo cuyo olor persistente llevará por donde ande. Uno se va para poder abrirse más a ese olor, para darle más espacio, para que de alguna manera se espese, florezca, dé fruto. Uno se va para que el símismo se desdoble en tantas imágenes como sea capaz de querer, soñar, desear. […]

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